I-Ching y el Pasado

por Osvaldo Loisi

23-7-2017

I-Ching es un libro de interioridades. Quiero decir con esto que se diferencia de cualquier otro libro porque en principio, no nos habla del mundo exterior sino de nosotros mismos. Este oráculo, cualquiera sea la inquietud con que lo abordemos, siempre se referirá en primer lugar a nuestra vida interior. Siempre nos estará diciendo qué pasa allí dentro, en esa región que solemos llamar "alma" o "corazón" y que en realidad se parece a un país desconocido. Una geografía íntima de la que poco o nada sabemos y a la cual sólo nosotros tenemos acceso. Y en ese mundo, propio de cada uno, existen cosas que, naturalmente, lo diferencian abismalmente de las realidades exteriores. En primer lugar, la importancia del pasado.

Mientras en la realidad exterior el pasado no existe sino como vestigio o huella de algo ya inexistente, en nuestro interior, ese pasado generalmente se mantiene vivo y sobre todo, activo. Debemos contar permanentemente con él. Nos marca, por así decirlo, para siempre. Nunca más seremos los mismos luego de haber experimentado ciertas contingencias de la vida: la muerte de un ser querido, una separación traumática, la quiebra de un negocio, etc. Se diría que somos una especie de ventana por la que el pasado asoma permanentemente su rostro melencólico. Una antigua reyerta, unas palabras que enamoraron o que hirieron, situaciones vividas hace mucho tiempo, sin embargo siguen teniendo extraña vigencia dentro de nosotros. Nuestras almas suelen ser almas de invernadero, donde, iluminadas por una rara luz, las flores extrañas del pasado no se resignan a morir.

¿Cuántas personas hay en el mundo que cargan permanentemente sobre sus hombros el peso de alguna situación vivida hace tiempo? Un pasado que las enmudece o bien las incita a hablar y hablar. Siempre alrededor de aquel tema que les quema o martilla desde un tiempo inmarcesible. Más bien debiéramos preguntarnos si acaso existe alguna persona en el mundo para quien el pasado es realmente pasado y sólo vive en tiempo presente. Aquella agresión sufrida hace tanto tiempo y que todavía duele, ¿cómo superarla? ¿Cómo curar esa herida de humo, pero que todavía sangra? ¿Cómo superar aquella escena vivida hace tanto tiempo y que aún nos duele? ¿Cómo poder perdonar lo aparentemente imperdonable? Son preguntas típicas al oráculo.

Hay un "hexagrama", uno de esos tiempos encerrados que forman el cuerpo de I-Ching, que se refiere, precisamente, a ese tema. Es el Nro. l8, llamado "Ku", en chino. La imagen es la de un hijo que debe habérselas con los descalabros causados por su padre y por su madre. Frente a frente con un pasado que no puede cambiar, está obligado a continuar los negocios de sus progenitores de la mejor manera posible. Entonces descubre algo que parece ser la clave de la superación del pasado: Ku le enseña que las cosas que transcurren en el tiempo, se llevan todo consigo. Todo menos...su significación. Como si la existencia fuese un mar encrespado, los acontecimientos que transcurren hacia el pasado, deben dejar en la cresta de la ola del presente aquello que significan. Dicho de otro modo, el darle sentido y significación a las cosas, es patrimonio permanente del presente. Es una función propia de la actualidad. Por esa razón las historias escritas -todas las historias- envejecen, inexorablemente. Todos los países del mundo, cada tantos años deben reescribir su historia de acuerdo al nuevo sentido que los hechos del pasado van adquiriendo en el presente.

Ahora bien, la gran lección que I-Ching nos da es hacernos comprender que en la esfera personal, cada uno de nosotros puede y debe repensar su propia historia, re-significarla a cada paso. Volver a observar los hechos del pasado no a la luz mortecina del recuerdo, sino a la plena luz del día de hoy. Entonces comprenderíamos tal vez, que aquél hecho aparentemente negativo no lo fue tanto en la realidad, ni el daño infligido tan grave como creíamos. Y una cosa más importante aún: que muchas veces, cosas negativas traen de la mano futuras cosas positivas. En fin, que si bien el pasado no puede modificarse, puede sí revalorizarse conforme a nuestra conducta y perspectiva futuras. Así ocurre también en toda melodía musical. Una nota discordante puede ser transformada en armoniosa por las notas que le suceden. Un pasado miserable, en realidad exalta a quien llegó a millonario a pesar de él.

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